Mi lindo Ecuador, una comedia “costumbrista” que nos recuerda que no hay mejor costumbre que ¡ser ecuatoriano!

¿Qué nos hace ecuatorianos? Las buenas y malas costumbres que arrastramos de generación en generación, la comida, el fútbol, las supersticiones, las tradiciones, nuestra forma de hablar y de enamorarnos. Cuando cuatro ecuatorianos de diversas generaciones y géneros se reúnen, por diferentes motivos, en la sala de una casa a ver un partido de Ecuador en el Mundial, salen a flote sus diferencias y sus semejanzas. Los momentos del partido y la tensión que causan los errores y aciertos, son el hilo conductor de historia que capta la esencia que nos hace decir con orgullo ¡ecuatoriano soy! tan fuerte como cuando gritamos los goles de la TRI.

Chicho (Martín Calle)

El sobreviviente y todólogo, el que a veces no tiene trabajo y a veces ¡tampoco! El que se “busca la vida” y “sale adelante”, al que nunca le falta para comer, beber, bailar y…si, para eso también.  Afortunado en el juego y en el amor, siempre está bien acompañado de hermosas mujeres que también suelen estar bien acompañadas, pero él no es celoso porque sabe lo que tiene. Chicho es el macho ecuatoriano clásico, parrandero, bohemio y galán…jodido, pero contento.

Geraldine

Geraldine es el sueño de todo hombre y “mujer” de Pepe, siempre está linda, fit, a la moda, rica y apretadita, pero nadie sabe cómo lo logra, ella dice que “¡no es suerte, son puras bendiciones!”. Todo el barrio comenta que tienen tantos sugar que ya tiene diabetes, pero ella jura que le es fiel a su Pepe, que son rumores, son rumores y que “menos averigua Dios y perdona”.

Vicente “El Titán” Quimí

Ex gloria del fútbol, nunca superó esa etapa de su vida. Vive de la nostalgia y los recuerdos, se siente olvidado por la hinchada a la que tantas alegrías le dio. Su sueño era que Ecuador juegue un mundial, pero en su época no pasaban esas cosas. Extraña combinación entre futbolista, poeta y loco que ama a su Alba, aunque confiesa que ella es catedral…pero tuvo muchas capillas.

Alba

Ama a su “Titán”, ama cocinar comida ecuatoriana y ha logrado mantener a su familia la sazón en su negocio de comidas. Ella sabe que al hombre se lo conquista por el estómago, no deja que su marido haga nada y no puede creer que las mujeres de las nuevas generaciones se tan machonas y no atiendan al marido. Está llena de sabios dichos, consejos e historias y recetas de su familia.

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